Thomas Alva Edison (1847-1931) nació en Milan, Ohio (Estados Unidos) en el seno de una familia de origen holandés, de escasos recursos. Sus oportunidades de educación elemental fueron bastante limitadas y estuvieron principalmente a cargo de la madre de Edison, que tenía experiencia como maestra de escuela [Clark, 1977]. Durante sus primeros años la educación formal de Edison fue escasa, aunque se interesó en la lectura de algunas obras y desarrolló una actitud muy positiva hacia el conocimiento y una disciplina y voluntad de vencer dificultades que más tarde, en su madurez, reconoció como uno de los legados más preciados de la educación materna.
Trabajó de niño en diversos oficios, vendiendo periódicos y golosinas. Más tarde, adolescente ya, obtuvo un puesto como operador telegrafista, donde aprendió los principios de la electricidad y tuvo oportunidad de poner en práctica su inventiva al mejorar algunos de los dispositivos telegráficos que utilizaba.
Su primera patente la obtuvo a la edad de 21 años, en 1868, y consistió en un registrador automático que podía usarse para contar los votos en una elección. Pero fue en Newark, Nueva Jersey, donde la carrera de Edison como inventor llegó a ser conocida por el gran público. En 1877 dio a conocer el invento que le hizo ganar fama y por el que es reconocido incluso en la actualidad: el fonógrafo. La primera versión de este aparato consistía en un cilindro recubierto de una delgada hoja de estaño sobre la que se grababa el movimiento oscilatorio de una aguja sujeta a un diafragma que era perturbado por la onda sonora que se deseaba grabar. El cilindro se hacía girar sobre su eje y durante la reproducción del sonido el surco de la hoja de estaño movía una aguja que lo recorría y que a su vez transmitía su vibración a una membrana que reproducía el sonido. La calidad de este tipo de grabaciones era bastante deficiente, pero mejoras sucesivas realizadas por el mismo Edison produjeron un dispositivo de calidad bastante aceptable al sustituir el cilindro por discos giratorios muy similares a las versiones que hasta recientemente se utilizaban en los hogares modernos. En este proceso de mejoras sucesivas jugaron un papel muy importante los diversos materiales utilizados, algunos de los cuales fueron desarrollados con este propósito específico. Este invento fue tomado por el público casi como algo mágico, y la prensa de la época se hizo eco de ese sentir popular al bautizar a Edison con el sobrenombre de “el brujo de Menlo Park”, lugar de New Jersey donde tenía su laboratorio y taller de trabajo [Josephson, 1959; Baldwin, 2001].
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En la invención del fonógrafo de Edison encontramos algunas características que se han repetido después en muchos otros desarrollos tecnológicos y que los hacen tener un gran impacto en la sociedad: constituyen una novedad que tiene gran aceptación social, son económicamente redituables y puede crearse en torno a ellos una gran industria.Pues todo eso sucedió con el fonógrafo, como lo atestigua la existencia de una industria fonográfica que lleva más de cien años de existencia y que ha llegado a prácticamente todo tipo de público. A partir de sus primeras patentes Edison se dedica de tiempo completo a la actividad de desarrollar inventos e innovaciones, pues además tenía buenas dotes de empresario.